En el ecosistema startup, hablamos habitualmente de producto, oportunidad de mercado, equipo o tracción. Además, hay otro factor silencioso que determina el valor diferencial de una empresa tecnológica: la propiedad intelectual e industrial (IP). La IP determina la propiedad de tu conocimiento, la capacidad de explotación y comercialización, y si tu ventaja competitiva puede sostenerse en el tiempo, entre otras cosas
En sectores como el agroalimentario, donde la innovación científica y técnica es cada vez más determinante, la IP es un elemento estratégico tanto de negociación como de comercialización y diferenciación en mercado. No solo protege el conocimiento: define el modelo de negocio, el posicionamiento y el mercado real. Además, reduce riesgos y refuerza la posición de la empresa ante inversores.
Entender mi valor diferencial
Identificar qué parte del conocimiento de la empresa es diferencial y cómo puede protegerse es clave desde que la startup empieza a desarrollarse. Las herramientas son diversas: patentes, modelos de utilidad, secretos industriales, software registrado, marcas o diseños.
La clave para establecer una estrategia robusta de protección está en alinearla siempre con el modelo de negocio.
Un modelo B2B o B2C necesitarán de estrategias diferentes muy probablemente. Una startup que desarrolla tecnología para licenciarla a otras empresas y que estas la implementen, necesitará de una protección específica en comparativa con aquella startup que use esa tecnología para producir y vender un producto final.
Sin protección clara, el mercado no confiará en su propuesta o se arriesgará a ser copiado o infringir los derechos de otros. Por eso, la IP es inseparable del plan de negocio y de la estrategia comercial.
¿Cuánto vale mi knowhow?
Esta suele ser la pregunta del millón y la respuesta (sorpresa!) suele ser “depende”.
Aunque los derechos de propiedad intelectual e industrial son intangibles, se pueden valorar mediante distintos métodos que a menudo arrojan valores diferentes y por ello acaban siendo complementarios: por coste (inversión acumulada en su desarrollo), por mercado (comparables) o por ingresos futuros (licencias, royalties, ventas). Ninguno es exacto, pero combinados ofrecen una estimación razonable.
En rondas de inversión, estos activos representan una parte muy importante de la valoración de la empresa y serán claves para ser capaces de completar las ronda de financiación, más según se avance en el desarrollo y crecimiento de la empresa.
Para el inversor, una estrategia sólida de protección indica madurez y reduce riesgos legales, comerciales o de dependencia tecnológica, además de constituir una base sólida de valor.
En Swanlaab, lo consideramos un elemento crítico del valor de las compañías en la fase de due diligence, especialmente en sectores de alta intensidad tecnológica como el agroalimentario.
Errores habituales y cómo evitarlos
El principal error es no disponer de una estrategia de protección. Colaborar desde el inicio con agentes de patentes especializados, que comprendan mi sectory mi producto, las aplicaciones de la tecnología o producto y mi modelo de negocio, es imprescindible.
Además, otro error muy común es no acertar con el timing: patentar demasiado pronto o demasiado tarde. Si se protege una idea inmadura, puede perderse margen para proteger mejoras reales más adelante. Si se retrasa, puede ser ya imposible porque la información se ha hecho pública o porque otros competidores se han adelantado.
Especial atención merecen las startups nacidas de universidades o centros de investigación. Los acuerdos de transferencia de tecnología deben detallar claramente la titularidad, exclusividades, objetivos, los derechos y condiciones de explotación, para evitar conflictos futuros y perder elementos de alto valor.
En muchos casos se desconoce todo el abanico de opciones que hay para proteger el conocimiento y se pueden considerar alternativas como el secreto industrial, por ejemplo, en procesos o formulaciones que no conviene divulgar todo el detalle. En el sector agroalimentario es habitual que ciertas condiciones de producción o combinaciones de ingredientes se mantengan confidenciales por razones competitivas.
Por último, no tener en cuenta los costes de la gestión de la IP en tu presupuesto puede salirte muy caro a futuro por no poder proteger a tiempo o por subestimar las necesidades financieras.
Alinear la IP con la expansión y la regulación”
Una buena estrategia de IP debe crecer al ritmo del negocio. Cuál es mi propósito, qué vendo, dónde lo produzco, dónde lo comercializo, quién compite conmigo y qué derechos de IP tiene, como continúo reforzando mi estrategia… son todas cuestiones relevantes a tener en cuenta.
En este aspecto, el análisis de Freedom to Operate permite conocer el estado de la técnica y de protección y conocer si una tecnología puede comercializarse sin infringir derechos ajenos. Es una herramienta fundamental para inversores y emprendedores, aunque proporciona una “foto estática” que probablemente deberá actualizarse a futuro.
Además, en sectores regulados como el agroalimentario, la IP debe coordinarse con la estrategia de cumplimiento normativo y los plazos de registro.
La IP como pieza clave en la empresa
Integrar una cultura de gestión de la propiedad intelectual desde los primeros meses de vida de la startup es fundamental. Esto implica formar al equipo, establecer protocolos de confidencialidad, documentar procesos y vigilar de forma activa el entorno competitivo.
Las startups que integran su estrategia de protección desde el inicio no solo reducen riesgos: multiplican sus opciones de escalar y atraer inversión.
